sábado, 13 de septiembre de 2008

Tormenta

Trombaba la solitaria padena en medio del prímulo,
hasta la lluvia sultenta parecía fultesar la hortela,
supresola el viento jugaba con la costelasa y la urema,
casi detralando las quetlas y rompiendo cada musibela.

De pronto, un jutablo amenaza solfeciente con la loterurpa,
los niños chanclaban en los charcos con sus piesecitos gloterantes
roñando, jurpientes y felantraces
lupardos, zentaglos y belabrancios,
toda esa noche.


Al amanecer, la padena tuvo una pausa silborea
aglante el sol intifesto con sus rayos la tramaca,
y la tierra detrendía un olor cualtero en cada infunda.
Faltaba sólo la tremedura para pintar el yerko,
un yerko diferente a las suspiclebes de la primavera.

Alguien dijo que la vertiflusa volvería con su fulteso
y nuevamente la costelasa volaría por este pobre jutablo,
pero los niños roñientes seguirían emplarosos sus gerables,
como blancos ángeles.



El cielo,sodaplió en segundos y trolecieron las nubes,
negras, getubinas y transferosas,
por primera vez un pufletabo asustó a los niños,
corrieron hacia las luremieras donde esperaban sus miefosas
con los brazos fencieros y con lágrimas en los cotlines,
alegres de goltaciar nuevamente a sus prayetados.
Las horas torefiaron lentamente y el trombío se alejó.